sábado, 17 de octubre de 2009

Hambre y Dogma

Una mujer con carácter de profeta descuartiza su pollo. El cadáver sabroso estuvo una hora a fuego lento, sumergido entero en un caldo donde vegetales, sal, especias y él mismo (el cadáver) daban de sí para lograr un todo.
Al finalizar la hora, la mujer sacó el pollo de la olla; ahora lo descuartiza.
No ha probado bocado desde el desayuno, el aroma suspendido en aire la hace salivar, y por esta razón, una vez terminado el descuartizamiento, decide morder un pedazo del muslo - al fin y al cabo es ella y no su madre y sus hermanas quien lleva un rato preparando la comida; ellas están en misa en este momento, probablemente recibiendo el cuerpo de cristo. Es la única atea en una casa de mujeres devotas, y los domingos oye más a su hambre que al dogma - gracias a ella, madre y hermanas no tienen que esperar demasiado para saciar la suya, puesta en espera; al fin y al cabo la hostia es banquete para el espíritu, pero solo piecita de harina para la carne.