tag:blogger.com,1999:blog-29165186788540512292024-02-07T14:48:52.606-05:00Ficción - EsporasIncursiones
TextualesArturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.comBlogger26125tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-475303054200127222011-10-20T09:21:00.006-05:002011-10-20T09:26:02.716-05:00La mano que no callaMe asomo por la ventana que da al patio interior, un espacio olvidado por todos excepto por las ratas y algún cadáver de paloma que quiso morir lejos de los peatones. Quiero ver el horizonte, pero al frente mi mirada se corta a unos cuantos metros, en la fachada sucia del edificio contiguo. En la ciudad densa no hay horizonte. Allá está mi mano desde hace tres días, pudriéndose poco a poco. Por alguna razón las ratas no la han tocado, parecen evitarla. <br /> El primer día, cuando la tiré sobre el amasijo de juguetes rotos que hay en una de las esquinas del patio, la mano estaba crispada de dolor y rabia. Hoy parece más distendida. El olor, en cambio, no ha parado de hacerse más intenso. La peste a mortecina ya debe estar llegando al quinto y último piso del edificio, allá donde vive la presidenta de la comunidad. A mi no me importa, ese olor es mi dulce venganza, pero estoy seguro de que a ellos sí: se han ido cerrando todas las ventanas que dan al patio interior. Los vecinos del edificio contiguo también cerraron sus ventanas, no tienen nada que ver en esta historia, pero también les llega el olor, las partículas que desprende la carne en descomposición no hacen distinciones. Es un mal menor. Esos vecinos solo sienten el aroma de mi mano amputada, en cambio, los de mi edificio también huelen su responsabilidad. “¿Huele mi mano?”, le he preguntado a todos y cada uno de ellos cuando me los he cruzado estos días en la escalera. Algunos me dicen que estoy loco; otros, los más agresivos, me insultan y me empujan a un lado; la mayoría hace un gesto de asco y pasa de largo.<br /> Tras la amputación pensé que mi mano tendría el sueño eterno, como dicen los curas. Pero siguió moviéndose. No hablo del movimiento inevitable que los miembros amputados siguen haciendo durante un tiempo; mi mano, enajenada de mi brazo, siguió contorsionándose durante horas hasta que un impulso súbito me llevó a tirarla por la ventana. Allá en donde cayó dejó de moverse, y a medida que mis vecinos de edificio iban cerrando sus ventanas en este verano tórrido la mano se iba relajando, y el dolor sobre el muñón de mi brazo ha ido menguando.<br /> Eran las nueve de la noche, todos estábamos en el pasillo de entrada del edificio y la reunión de la comunidad de vecinos llevaba una hora discurriendo de tema en tema. Tras decidir de manera unánime la colocación de un solo tubo de escape para todas las estufas y remplazar las cinco chimeneas desiguales que cada uno había construido para sacar su propio humo, la presidenta dijo “Ahora, para terminar, hablemos del ruido nocturno...” Todos me miraron, unos de inmediato y otros después de dar un rodeo con sus ojos tratando de hacerse los desentendidos. “En una reunión previa del comité ejecutivo,” prosiguió la presidenta, “se decidió que la vecindad no está dispuesta a seguir aguantando la música que usted quiere imponer, haciendo caso omiso de nuestras continuas peticiones para que su piano ya no suene más en este edificio, usted a seguido tocando.” “Señora presidenta,” le respondí yo, ingenuo, pensando que todas esas advertencias y amenazas que me habían hecho no eran más que bravuconadas, “ya les he dicho que solo por la noche puedo tocar mi piano porque trabajo de sol a sol. Incluso acepté tocar menos tiempo, y como han podido constatar, ahora solo hago música hasta las diez de la noche, así que por favor...”. “¡¡¡Silencio!!!” La presidenta ya no solo me miraba, ahora me señalaba, hacía movimientos breves con su cabeza y los acompañaba con su indice, sus pendientes de piedritas negras se agitaban mientras articulaba la sentencia. “Creo que fuimos muy claros: nada de ruido en la noche. La legislación de justicia vecinal no deja lugar a dobles interpretaciones y es mi deber como presidenta de la escalera hacer cumplir la ley.” Algunos me dijeron que estaba loco por haber desobedecido a las peticiones de silencio, los más agresivos, con la presidenta a la cabeza, se pusieron manos a la obra, amordazándome para ahogar mis gritos y dejándome inmóvil bajo su peso. La mayoría dio por finalizada la reunión y se retiró a sus respectivos apartamentos mientras a mi me amputaban una mano.<br /> Me asomo al patio interior, son las diez de la noche. Unas cosquillas insistentes en el muñón me sacaron del sueño y vine de inmediato hacia la ventana. Enfoco con la linterna hacia esa esquina que ya es tan familiar para mi, pero no veo lo que busco. Tampoco siento el olor. Las cosquillas en la punta de mi brazo interrumpido se hacen cada vez más fuertes. De repente, como pasó con el dolor cuando lancé mi mano por esta misma ventana, las cosquillas se extinguen. En la sala de mi casa comienza a sonar el piano. Desde el umbral, tras encender la luz, puedo ver mis cinco dedos ausentes y descompuestos tocando las teclas con una maestría que yo nunca he podido alcanzar. Sobre el piano, una oreja ensangrentada, arrancada de raíz, todavía está caliente. Un pendiente de pepitas negras todavía la adorna.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-13569221608910156172011-06-13T16:33:00.003-05:002011-06-13T16:49:27.559-05:00España y el pragmatismo democrático<span style="font-weight:bold;">Tumbando monolitos<br /></span><br /> Los diccionarios son una herramienta imprescindible para trabajar con las palabras. Si se quiere hablar de un Estado (para algunos, seguido de un guión y del especificativo nación) encontramos la definición, aclaramos el concepto y se estructura el texto en función de qué se quiere decir. <br /> Hasta aquí todo fácil, casi como instrucciones de manual. Cuando se hurga un poco más, y el objetivo es analizar un Estado en concreto, hay que ir con cuidado en mantener las definiciones en su justa proporción. Por ejemplo, al tratar a España – esas seis letras al parecer tan claras en nuestro espectro lingüístico – tenemos que recordar que hablamos de un Estado al que no le podemos sumar solo por costumbre el guión y la nación. Y no podemos hacer esa operación automática porque los mismos españoles (otra palabra compleja) ponen términos diferentes después de los guiones; por ejemplo: -ocupante, -represor, -negador de la diferencia, etc. Por lo tanto, como (supuestamente) hablamos de un país y al país lo hace su gente, al utilizar el lenguaje de una u otra manera para expresar nuestras opiniones estamos situándonos en un territorio de conflicto, tomando parte en las luchas de esas gentes: en este caso luchas identitarias que no pueden ser miradas de reojo sin caer en un autoritarismo discursivo. <br /> Decir que “España es una” tiene connotaciones concretas: el subtítulo de la España franquista era “Una, grande y libre”. Una porque negaba su pluralidad, grande porque se vanagloriaba de su pasado imperial y libre... libre de disidencia, encarcelada o fusilada. Es por esto que ni siquiera el Partido Popular (PP), la derecha contemporánea con más poder, la cara conservadora del bipartidismo, se arriesga a decir que “España es una sola”; si se arriesga a decirlo, será en boca de los franquistas nostálgicos de siempre a quienes no les importa ser vistos con su verdadera cara. Por supuesto, al espectro de la socialdemocracia española (léase, la centralista), desde los más liberales a los más proteccionistas, desde los más radicalizados a los más reformistas, a nadie en ningún partido de esa gama ideológica se le ocurriría decir que España es una: no solo es un despropósito lingüístico, es un territorio vedado por lo políticamente correcto.<br /> España no puede ser tratada como un monolito si se quiere hacer un análisis profundo de su realidad. Para entender porqué no, es bueno recordar este acontecimiento: el 10 de julio de 2010 casi un millón de personas se movilizó en Barcelona para protestar por los recortes que el Tribunal Constitucional (TC) le había hecho al nuevo estatuto de autonomía, refrendado por una amplia mayoría de la población catalana (con una participación más alta que la de otras “fiestas democráticas”), debatido y votado previamente en el parlamento autonómico y ratificado en el congreso de los diputados en Madrid. Entre los recortes que hizo el TC estaba uno de los artículos principales, el cual reconocía que Catalunya tiene una identidad nacional diferenciada de España. Fue una de las movilizaciones más numerosas que se han visto en Barcelona en el último medio siglo; incluso más concurrida que las que salieron a finales de los setenta, con el franquismo ya mandándose a reciclar en la nueva democracia, pidiendo amnistía y autonomía. También, a modo de ilustración del porqué es un error simplificar a España, vale la pena ver el vigor con el que se ha mantenido la “izquierda abertzale” en Euskadi después de casi una década de ilegalización de sus partidos: en las últimas elecciones municipales se dispararon como la segunda fuerza política en las cuatro provincias vascas. Habrán algunos que quieran ver en esto un sinsentido histórico, un error de las masas votantes de “nacionalismos periféricos”, pero la realidad, aunque no les guste, está ahí: una buena porción de los vascos en el Estado Español no se sienten españoles y, en el caso de Bildu en Euskadi o en menor escala las CUP en Cataluña, dieron un voto a la independencia y el socialismo en las municipales de 2011.<br /> No, España no es una palabra fácil, está llena de conflicto. Pero muchos hispanoamericanos no entendemos esa conflictividad que hace parte de nuestro gentilicio. Nunca tuvimos que entenderla porque no estamos inmersos en ella, porque lo de hispano no es más que una muletilla para definir una lengua que nos relaciona y un pasado de colonización común, una misma saqueadora. Y así como la metrópoli estaba lejos, esa realidad conflictiva de lo que se entiende por España también se sitúa a leguas de nuestras experiencias como países. Aunque esto es una generalización fácil, no cabe duda que muchos americanos hablantes del español oyeron historias de los vencidos tras la guerra civil; de los vencidos no solo porque la guerra fascista tumbó la república y la revolución, también de los vencidos porque una vez más quedaron silenciados como pueblos bajo la una, la grande y la libre: esa a la que llaman España, más compleja de lo que muchos creen. A parte, y actualizando un poco el calendario, los flujos migratorios de las últimas décadas han permitido que muchos “sudacas” puedan ver y ser testigos más o menos involucrados en ese conflicto de seis letras que para algunos es solo un Estado, para otros, además, una nación y para muchos una palabra más, como tuerca, tornillo u horca.<br /> Ahora bien, a veces es conveniente no darle tantas vueltas a las palabras, buscar la síntesis. Por lo tanto, de ahora en adelante España ya no estará escrita en cursiva sino que pasará de largo como un sustantivo más para referirse al Estado español como ente administrativo o espacio burocrático.<br /> <br /><span style="font-weight:bold;">El bipartidismo como comandancia del mercado </span><br /><br /> Cuando el PP tenía las llaves de la Moncloa, con José María Aznar como patrón de la casa, había un lema que era repetido por sus huestes y por la potencia de su marketing electoral: “España va bien”. Iba bien en la medida en que los empresarios podían dar trabajo; y no por una generosidad innata en ellos, más bien porque la rentabilidad empresarial en un contexto de boom inmobiliario y vacas gordas requería una masa de trabajadores con un salario fijo para poder endeudarse y así, además de producir riqueza desde el eslabón mas bajo de la cadena, ayudar a cerrar el ciclo consumista. Es decir, cumplir el destino del nuevo obrero occidental: la potencia del trabajador es también una potencia consumidora. Es en ese lema del aznarismo en donde se puede encontrar la espina dorsal de esa moneda con dos caras llamada bipartidismo (en este caso, el que se vive en España desde la transición, a finales de los 70s). <br /> Salvando las distancias discursivas entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) – el lado “progresista” de la moneda – y el PP – el lado “conservador” –, para estos dos partidos España va bien si hay trabajo para dar a manos llenas y las entidades financieras reciben, de vuelta, buena parte de esos salarios. En otras palabras, el país que unos y otros se disputan para gobernar está bien si su macroeconomía no da signos de desgaste, si no se muestran fisuras en los grandes números del Estado. Así, sea uno u otro el color político de quien esté en el poder, desde la llegada de su democracia son capaces de cumplir con las exigencias que se les hace a los miembros de ese club selecto llamado Unión Europea. Excepto en los momentos de crisis. Momentos en los cuales no solo los ponen en su sitio desde Bruselas, también el FMI les recuerda su rol de subordinados a los dioses del mercado. <br /> Un ejemplo claro de esto se puede encontrar en la última reforma de las pensiones públicas. La edad de jubilación pasó de 65 a 67 años, y el tiempo trabajado para hacer el cálculo de la pensión ya no es de 15 sino de 25 años; dos años más de trabajo y una disminución del poder adquisitivo de los más viejos porque, con los tiempos que corren, más tiempo de cómputo significa menos años cotizados. Según el gobierno del PSOE, esta era una reforma indispensable porque el sistema de pensiones corría el riesgo de colapso a mediano plazo, pero muchos economistas críticos (entre los cuales Vicenç Navarro o Miren Etxezarreta) despejaron dudas y llamaron las cosas por su nombre: una claudicación más a los dictámenes de las entidades financieras. El sistema público de pensiones no estaba en riesgo, se prendió la alarma para poder utilizar parte de los recursos de las pensiones en tapar el hueco deficitario y, de paso, se incentiva el mercado de los planes de pensiones privadas, los cuales hasta el momento habían estado excluidos de este pastel tan jugoso. Pero la crítica no solo vino de parte de economistas independientes del gobierno. Un estudio del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales realizado por Josep González Calvet publicado después de la firma de la reforma, indica que el sistema de pensiones (y el resto del sistema de protección social) podía equilibrarse a través de un incremento de las cotizaciones cuando fuera necesario, y que este incremento no sería tan alto en caso de que la distribución de la renta se mantuviera constante. Pero no, el gobierno “más social” del PSOE decidió cortar por el atajo, andar la trocha marcada por el FMI a tantos países que han optado por el empobrecimiento de sus viejos en vez del aumento impositivo a las fortunas obscenas (las cuales, valga añadir, no son pocas en España).<br /> <br /><span style="font-weight:bold;">La Crisis, los ellos, los nosotros y el 15M</span><br /><br /> Se puede llegar a creer que la crisis ha golpeado “sobre todo” al sector inmobiliario. El problema es que el golpe fue tan fuerte que también tocó a los satélites, a las otras áreas de la economía. La burbuja del ladrillo era tan vasta e interconectada con el resto de sectores productivos que el turismo ha bajado en los últimos dos años (aunque está volviendo a subir en 2011 – según muchos, porque este año el magreb no es un sitio vacacionable para los europeos), la industria ha despedido miles de trabajadores, y la agricultura, aunque sigue de pie, no ve salidas reales para convertir el uso de transgénicos, pesticidas y explotación de mano de obra temporera en un trabajo de la tierra respetuoso con la naturaleza y las personas – la ética del mercado no contempla esas minucias por más que hallan individualidades de buena fe en sus filas. <br /> Si no fuera por la tragedia cotidiana que para muchos representa la situación actual de desempleo, la siguiente anécdota sería graciosa. La cara grave y preocupada del ministro del interior estaba muy bien interpretada, se le notaba el esfuerzo cuando su colega, el ministro de trabajo, anunciaba en rueda prensa hace unos meses que España está rozando los cinco millones de desempleados, un 21 % de la población activa. Ellos se esfuerzan, queman sus horas de trabajo arduo por el bien de todos nosotros, por eso los ensombrece la cara hablar del mal común. Pero en la interpretación se escapa un pequeño detalle discordante. En el rostro del titular de trabajo aparece una luz de reto pueril casi jocoso cuando dice que ni siquiera un gobierno liderado por la oposición podría sentirse contento con las cifras que está transmitiendo. Allí están ellos, y detrás de las pantallas y los titulares impresos hay un nosotros. Los primeros se jubilan con solo siete años de trabajo (“representando”, esas jornadas interminables sudadas para el ciudadano), los segundos viven el desempleo, tienen que trabajar cinco veces más tiempo para jubilarse, y la pensión, si llegan a ella, será en muchos casos una mesada de supervivencia. Ellos nunca querrán quitarse privilegios, por eso, cuando hablan de austeridad, no se refieren a la eliminación de todos los agasajos que reciben por ser “los elegidos”; no, austeridad es el cinturón apretado de la gente de a pie, los recortes “indispensables” para reducir el déficit; ellos no quieren ponerle bozal al perro de la especulación “descontrolada” y el capitalismo de casino, al fin y al cabo esos dos diablillos del capitalismo son los abonos de su imperio económico, ese de las empresas españolas que dominan mercados en ultramar. <br /> Las cúpulas de Santander, BVA, Repsol o Telefónica tienen mucho más poder real que cualquier presidente de gobierno, por eso los consejeros de la buena gestión liberal no necesitan pedir una mejor relación entre universidad y empresa: al fin y al cabo son ellos, y sus homólogos en el resto de grupos económicos de la UE los que diseñan las políticas comunitarias en materia de educación; por eso los carnés de muchas universidades públicas son una tarjeta bancaria. Y de la educación a la economía. Los movimientos de los políticos se dan en el escenario, pero detrás de las cortinas todavía está quien manda: cabe recordar como, mientras en Bruselas se debatía el primer paquete de salvación para la economía griega, la industria armamentística alemana cerraba tratos con el gobierno de Atenas. Así, en cualquier esquina de Grecia o de España se puede hacer esta pregunta ingenua : “¿porqué la crisis no la pagan los que han acumulado mucho por beneficiarse de las no-reglas en la carrera capitalista?” Y los articulistas sesudos que no creen en ponerle freno al mercado, juzgan al vulgo, lo miran de reojo, “no es tan sencillo”, dicen. Y se ríen, aunque no se les pueda ver, de esas millonadas de borregos ingenuos. La multitud necesita guías, son ellos, ilustrados, iluminados por su olfato y su saber hacer, quienes pondrán la máquina de nuevo a punto. Pero la pregunta queda en el aire, y es tan persistente su eco que a mediados de 2011 esa pregunta toma forma de exigencia: “¡que paguen ellos!”. Más o menos así se puede resumir el movimiento que comenzó a cuajar el 15 de mayo en muchos lugares de España. Que paguen ellos los bancos y las multinacionales podridas en beneficios lo que el Estado amputa de bienestar social; que paguen ellos, los políticos, por ser sus cómplices. <br /> Es muy pronto para saber hacia donde irá todo este descontento, y tampoco es tarea de estas líneas pensarlo a fondo. Aún así es posible afirmar que esa dicotomía que ha tomado plazas por toda España, por muy efímera y “falta de objetivos” que la quieran juzgar algunos, marcará un punto de no retorno en la relación entre los poderes públicos y la multitud anónima de los gobernados, eso que muchos llaman ciudadanos. O tal vez no, también es posible que se quede en una bonita gesta colectiva en la que los protagonistas se dieron demasiado autobombo, drogados por el fervor colectivo y la atención mediática. Sea cual sea el futuro de estas movilizaciones, los resultados solo se podrán ver a mediano plazo porque no se está intentando tumbar un gobierno e instaurar otro: se quiere llevar a la práctica, darle un toque de realidad, a esa palabra tan manoseada por el poder, “la democracia” de la que tanto hablan los tribunos sujetos a la mirada del cesar. <br /> El rey Juan Carlos estará atento, no en vano lo dejó Franco en su lugar – y en su misión de mantener una España unida, volviendo a las cursivas, tendrá el apoyo de muchos republicanos de corazón, como lo tuvo en la transición por parte de los cuadros políticos socialistas que traicionaron el espíritu antimonárquico de sus bases... a fin de cuentas, las diferencias discursivas se liman cuando los privilegios del poder arropan grupos antagónicos. “Pragmatismo democrático”, si se le quiere buscar una definición.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-64345920124243299102011-03-17T17:50:00.003-05:002011-03-17T17:58:32.468-05:00Cuatro ojos y un hombre perdido en el puerto<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhehobuXmhsB4yw-FlYgwgWw7_c5DMCUlXv4xF8aY2P004mRWfE-YLHAe0_yhhTW0cxJAgZvHjJJ4cQMgjnqsZq6J5Qxz7ndLU2CLXg_7sr2HIJOIs7nfGQyazZrT78gv88aIu8xUSg1eji/s1600/pulpopuerto.jpg"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhehobuXmhsB4yw-FlYgwgWw7_c5DMCUlXv4xF8aY2P004mRWfE-YLHAe0_yhhTW0cxJAgZvHjJJ4cQMgjnqsZq6J5Qxz7ndLU2CLXg_7sr2HIJOIs7nfGQyazZrT78gv88aIu8xUSg1eji/s400/pulpopuerto.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5585187015349184482" /></a><br />Tres hombres enganchan la mercancía. Después, diez toneladas se suspenden en el aire, sobre sus cabezas. Las varillas flexibles para la construcción hacen su pequeño viaje desde el suelo del muelle hasta las bodegas del barco. El viaje grande es otro, desde esta ciudad europea hasta una africana. En el barco que hay atado al muelle la navegación entre Barcelona y Argel tarda de tres a cuatro días. <br />El marinero croata que lleva seis meses fuera de su ciudad ya no siente la navegación. Miles y miles de toneladas de varillas y vigas para construir edificios o muros, como los últimos viajes que hizo él, Bartol el marinero, con la carga de una siderúrgica catalana para los muros que segregan territorios en palestina, digo, toda esa cantidad de metal va de la fundición a la construcción y ahí se queda, pero Bartol no, él cuando llega a su casa es para volver a irse en un mes, por eso se le olvidó que cuando navega está haciendo un trayecto, y cada viaje es exactamente igual que el anterior, excepto el que lo devuelve al puerto de Split, su ciudad… para zarpar de nuevo treinta días más tarde. Así lleva casi dos décadas, pero es desde hace solo dos años que, según lo que cuenta, ya no siente los viajes, le parece que todos los puertos son iguales excepto el de Split, diferente a todos. Antes sí vivía cada nuevo puerto, en sus dos o tres días en tierra, hasta que el cuerpo aguantara el alcohol y el placer pagado, ya no. <br />Todo esto me lo transmite en italiano, logra explicarme un poco de su vida y yo intento descifrar qué relación tienen sus palabras con la mirada perdida en los movimientos de la carga, una mirada ahogada de marinero en tierra. No como la de ese con quien hablo más tarde.<br />Hay casi dos mil toneladas de chatarra cubierta de óxido, es un pequeño cerro de deshechos metálicos, los ojos del hombre de la grúa siguen el recorrido corto, el que repite cientos de veces al día. El pulpo, algo así como la mano de la máquina, se hunde en el cerro y coge lo que puede. Después lo alza y deposita el material en un camión.<br />En el aire flota un polvo naranja. No se nota cuando está suspendido, solo cuando se aposenta sobre la ropa, o cuando cubre este papel en el que escribo, perdido entre los muelles.<br />Manel baja de la grúa, ya es hora de la comida, el puerto entra en pausa. Lleva dos tercios de su sesentena haciendo viajes cortos, cortísimos, para volver a su casa al final de la jornada. Me dice que, montado en una grúa, estivando en tierra o a bordo habrá cargado más de cien mil barcos. No hay que hacer cálculos para saber que es una exageración, queda expreso en su tono, pero la jovialidad de su charla me induce a creerle. Me saca del puerto en su carro, de vuelta a la ciudad, oculta detrás de Montjuïc. Cuenta que todos los días, a medio día y al caer la tarde, él vuelve a su puerto. Su mirada sigue desde el carro los barcos que vamos dejando atrás, una mirada ansiosa por ver mundo, ojos tristes porque hacen viajes largos en avión y en cruceros (el oficio de estibador da un sueldo con comodidades) pero nunca zarpan, como casi a diario lo hacen esas tripulaciones que a esta hora llegan o parten del puerto de Barcelona.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-8103263091596276932011-02-10T17:01:00.000-05:002011-02-10T17:02:32.136-05:00Tres MoscasDemonio y Mosca<br /><br /> Se suponía que era una siesta sencilla, tirarse a la cama y caer en el sopor digestivo. No fue así. Pasaron unos cuantos segundos, mi cabeza sobre la almohada, todo el cuerpo encima del cubrelecho, y noté su sonido. Se golpeó un par de veces contra el vidrio y, resignada, se dedicó a pasear por la habitación. <br /> ¿Por qué no busca la basura y se queda quieta allí, chupando la cáscara de alguna fruta, hasta que yo termine mi sueño corto? El demonio siguió preguntando mientras yo me levanté a abrir la ventana; la mosca, agitada (como toda mosca que todavía vuela), salió a la calle respondiendo con sus alas y llamando a la siesta para que viniera a dormirnos. <br /><br /> La Mosca y la Ceniza<br /> <br /> El libro le dice muchas cosas a Samuel. Algunas de ellas, cosas que se le habían ocurrido. La novela desenmascara el terror de una infancia en donde todo está bien, no falta nada en el dulce corral de la burguesía; la mentira del niño feliz está plasmada con maestría cruda en las páginas del libro. <br /> La vida le dijo mucho a Samuel; también le dio pasión. Sus afectos son fuertes: esa pequeña adolescencia vibraba entre la alegría y la tristeza como las alas de una mosca (dos Samueles no, una decena de ellos en cada segundo – uno por aleteo). Inteligente y sensible, orgulloso y soberbio, él se cree el autor de esa descripción, del niño y el miedo; cree que ese significado está detrás de algunos dibujos suyos, de algún cuento suyo. Una rabia que casi hace sonido se le forma por dentro. <br /> El libro quedó en la esquina de la habitación después de rebotar contra el techo. Samuel sacó el último cigarrillo de su cajetilla y lo encendió. El humo no le dice nada, solo le insinúa formas.<br /><br /> El Títere con la Mosca<br /><br /> El maletín de cuero está bajo la cama, rodeado y cubierto por el polvo. La escoba no suele llegar hasta esos lugares. Dentro, hay un títere al que no se le oxidan las articulaciones por la humedad sino por el olvido. El joven que alguna vez le dio vida ya creció; él: quien construyó una cara de papel maché y la pintó y le puso color, unió listones de madera con pequeñas articulaciones y las cubrió con trapos para crear un cuerpo vestido, ató hilos a un personaje inmóvil y le regaló vida; él ya era un adulto.<br /> Si los títeres pudieran llorar de tristeza, éste estaría flotando en sus propias lágrimas dentro del maletín. Así se diluiría más rápidamente. A los hilos se los ha comido el tiempo, la cara está cubierta por un hongo que crece en la oscuridad.<br /> El joven – ahora adulto – no se acuerda de ese sueño: él y su títere viajarían; morirían antes de ser sedentarios. El primero no ha muerto, tiene un buen trabajo de escultor que diseña sus creaciones para que otros las moldeen; el segundo está solo, muere poco a poco, y la única compañía que recibe, de vez en cuando, es una mosca que se posa sobre el cuero del maletín para chupar piel muerta con su trompa.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-82432140470607218232011-01-21T17:12:00.002-05:002011-02-12T09:09:25.744-05:00Fue un sueño cortoAl alba, mientras muchos soñaban en sábanas limpias y almohadas cargadas de saliva, yo y mis amigos aguantábamos el sueño dentro de un carro. Éramos cuatro.<br />¿Incómodos? Sí, tal vez un poco. Aún así habíamos conseguido dormir dentro del carro de Tía Amalia. Dos delante, piloto y copiloto. Dos atrás. El cansancio y la borrachera eran un antídoto contra el tejido áspero de los asientos, contra la ventana fría y dura aguantando nuestras sienes y nuestro occipital; dormir en el carro era incómodo, sí, pero evitaba que cabeceáramos en la calle durante esas pocas horas que faltaban para que se hiciera de día. <br />Fue un sueño corto. Habíamos llegado alrededor de las cinco de la mañana. Yo había dejado la llave en mi habitación de invitado, la que compartía durante esos días con mis dos amigos de la capital. Silvia, mi prima y anfitriona, tampoco había cogido su llavero. Al llegar a la casa tras una sesión de caminatas sin rumbo y tetrabricks de aguardiente nos dimos cuenta que no podíamos entrar sin despertar a media casa. Por eso decidimos ir al carro, que tenía una puerta dañada y fácil de abrir. Entramos a dormir un poco, a que nos despertara el día.<br />Pero el día llamó antes de que despertáramos. Para despertarnos envió a gallos armados.<br />Tres motos de policía, seis hombres armados con pequeñas metralletas israelíes, vinieron a tocarnos en la ventana. Los cuatro reaccionamos en cámara lenta, en consonancia al estado de nuestros cuerpos entre la borrachera, el guayabo y el sueño interrumpido; todavía no se nos había dibujado la vigilia, ninguno de nosotros estaba realmente despierto después de abrir los ojos. Seis uniformados con dedos en gatillos golpearon varias veces sobre el cristal templado de las ventanas.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-43338277338231854292011-01-10T17:42:00.003-05:002011-01-10T17:44:02.552-05:00Maquinaria pesada por la pesa de los sueños 1<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTKx8_pT-y9RNxf9Yaiym7QzeAktE2sT1urvbzPvhXlSlhtTUU2YaYPiI-4806buoioU1jUGw-NTHrKZat0qLl9I8KhgDCxc90WnGbVpmcXpYpxj6B6Ls_75VPXRUL5qCg0K8yQK3I5Zbu/s1600/1.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 400px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgTKx8_pT-y9RNxf9Yaiym7QzeAktE2sT1urvbzPvhXlSlhtTUU2YaYPiI-4806buoioU1jUGw-NTHrKZat0qLl9I8KhgDCxc90WnGbVpmcXpYpxj6B6Ls_75VPXRUL5qCg0K8yQK3I5Zbu/s400/1.jpg" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5560691533877007282" /></a>Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-56465752308956372032010-09-15T15:31:00.010-05:002011-01-10T17:42:27.486-05:00La duración de un párrafoSubí al último vagón. Allá suele haber un espacio para sillas de ruedas, bicicletas, o cualquier otro trasto que lleven los usuarios del metro. Busqué un lugar para el coche de mi hijo y me senté en un asiento libre a su lado. Cuando el convoy inició la marcha, el bebé fijó su mirada debajo del asiento agitando brazos y piernas. Miré. Un sobre negro estaba suspendido en el aire gracias un cordel blanco. Cogí el sobre. Dentro, una pequeña hoja roja contenía las siguientes líneas:<br /><br /><span style="font-style:italic;">Allí llegó él con su cara de humano, sin vergüenza, máquina de carne y hueso. Algunos dijeron que era un profeta, otros y otras le explicaron a la multitud que era el vástago de muñecas y dedos cercenados por cortapaples finísimos… el engendro de una masacre de tinterillos de una burocracia olvidada. Tal vez por eso él está aquí. En este pueblo huele a papeles chamuscados, a archivos en cenizas. Y eso le recuerda algo que no vivió pero que le dio la vida. Demasiado voltaje emocional. "El profeta es, al mismo tiempo, siempre y nunca, máquina de la historia y carnita humana, un corto circuito en el remolino de la vida colectiva," dijeron los algunos... pero los otros y las otras no afirmaron nada, solo quisieron preguntarle al recién llegado porqué sus lagañas estaban comenzando a enrojecer – “como si una riada de miembros mutilados por la guerra estuvieran inyectándoles su color.”</span><br /><br />El metro llegó a la siguiente estación cuando terminé de leer. Han pasado cinco meses y todavía no entiendo nada, el papel está gastándose de tanto manoseo. Tal vez tenga trabajar mi comprensión de lectura.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-65083065687168264652010-07-31T05:34:00.002-05:002010-07-31T16:03:26.022-05:00El tigre de ArmeniaNo aguanté el empuje de la curiosidad cuando oí su nombre en boca de la funcionaria de extranjería: “Tigran Babayan... Por favor, el siguiente, Tigran Babayan...” Seré más preciso: me aguanté la curiosidad hasta el momento en que venía de vuelta de la ventanilla y pasó junto a mi (soy entrometido, nunca cultivé la contintencia relacional que me quiso enseñar el abuelo).<br /> <br />- Perdona, ¿te puedo hacer una pregunta?<br />- Sí, claro – en esa luz verde para satisfacer mi inquietud no supe confirmar el acento que sospechaba.<br />- ¿Eres turco?<br /><br /> Pasaron unas cuantas centésimas de segundo cargadas de agravio, un instante de dolor en la identidad, pero fue breve.<br /><br />- No, no soy turco... soy armenio.<br /><br /> No conozco en profundidad la historia de su pueblo, pero sí lo suficiente como para saber que, en la segunda década del siglo XX, su pueblo fue víctima de un genocidio por parte del Estado turco. <br /><br />- Y tu nombre – le pregunté, tratando de no sonar ridículo y enmendar mi error en la charla – ¿tiene algo que ver con el tigre?<br />- No, con el animal no. Con el río. El río Tigris, ¿sabes? El Tigris y el Éufrates.<br /><br /> La mnemotecnia que había utilizado para mis exámenes de geografía en bachillerato siempre había archivado esos dos ríos juntos (por ese entonces no sabía que a “los trucos de memoria” se les llama mnemotecnia). Pero aprobé la materia viendo mapas políticos, fronteras de Estados, y yo recordaba a estos dos ríos atravesando Irak, no naciendo o pasando por ese país pequeño llamado Armenia – la resonancia de ese nombre estaba ligada en mí a un lugar más próximo, en los Andes Colombianos: Armenia, la capital del departamento de Quindío (¿quién bautizó esta ciudad?). <br /> Al ver que reconocía el río pero aún así seguía desorientado en su territorio, Tigran, mi interlocutor en la sala de espera de extranjería, acotó un poco las coordenadas:<br /><br />- El Tigris nace en Armenia. Pero no en la Armenia de ahora, sino en el territorio en que antes vivió el pueblo armenio. Tigran está relacionado con Tigris, pero todo eso es muy complicado.<br />- Sí, complicado – dije, sin saber mucho sobre la complicación.<br /><br />En ese momento la señora de la ventanilla convocó mi nombre al rigor burocrático y tuve que despedirme. “Arturo Cova Guataquira...”<br /><br />- Bueno, adiós Tigran, me llaman.<br /><br />Me levanté y le estreché la mano. Tengo claro que su nombre no tiene nada de felino, pero, así como a José Luís Rodríguez <br />le pueden decir El Puma y el hombre no ruge ni anda en cuatro patas, yo memoricé este encuentro como "el día en que conocí al tigre de Armenia". Cada quien que utilice los trucos para recordar que mejor le parezcan.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-66350922803703445792010-07-17T12:36:00.001-05:002010-07-17T12:39:36.462-05:00El mundial, los premios y la justicia divinaA la sombra de un árbol grande y frondoso (cuando no es invierno y las hojas están allí) que en España llaman Platanero o Plátano, hay tres señoras mayores sentadas en un banco. Junto a ellas, de pie, apoyado en un bastón con mango dorado, un señor tan mayor como ellas capta su atención, gesticula con la mano que tiene libre y habla con tono grave.<br />“Ojo, que si ganan les darán 550 mil euros a cada uno.” Por si no habían escuchado la cifra con claridad, la repitió, más lento y más grave.<br />“Claro, como están tan pobres...” intervino una de las mujeres sentadas, también con un bastón, pero mucho más modesto que el del hombre. Detrás del mango, una cara de perro tallada en madera sobre la cual la señora apoyaba sus manos, tenía un aire de majestad con cetro.<br /><br />............................................<br /><br />Esa noche ganaron. La selección española se hizo con la copa del mundo y las cadenas televisivas de los cinco continentes transmitieron la emoción de otra señora, a la que llaman reina y se llama Sofía, saltando en un palco para gente importante en un estadio de Johannesburgo. Según se dice en algunas líneas de periodismo deportivo, más tarde bajó a los camerinos queriendo felicitar a sus paladines pero se encontró torsos desnudos y en toalla y prefirió esperar otro momento para dar golpecitos de espalda.<br /><br />.............................................<br /><br />En el banco, mientras el clima lo permita, seguirán reuniéndose los viejos a hablar de la vida, de la muerte y la usura cotidiana, y algunos entre ellos y ellas podrán sentir al menos una venganza mínima por sus pensiones de vergüenza, en comparación con la opulencia de la monarquía – por gracia de Dios –, al tener la certeza que la señora esa que se llama Sofía y a la que le dicen reina nunca podrá sentarse en un banco bajo la sombra de un platanero en un día de verano a pie de calle en un barrio popular: su tercera edad quedará dulcemente podrida entre las marañas del protocolo real, bancos y plataneros reales. Una venganza divina.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-84455179876703655022010-07-05T13:49:00.003-05:002010-07-05T13:59:51.847-05:00La avenida entre Rabat y BogotáSalí de por un momento de mi puesto de trabajo, crucé la avenida y entré a comprar un café con leche.<br /><br />- ¡Hola colombiano! <br /><br />- ¡Hola marroquina!<br /><br />- Que, como llevas el calor.<br /><br />- Pues sin problemas, allá hay aire acondicionado.<br /><br />- Aquí también pero está muy suavecito.<br /><br />Mientras me hacía el café con leche en un vaso de cartón, le pregunté:<br /><br />- Oye, ¿de qué parte de Marruecos eres?<br /><br />- De la capital...<br /><br />- Ah, de Rabat.<br /><br />Me miró con un gesto de sorpresa.<br /><br />- ¿Y tú como sabes eso?<br /><br />- Es que me interesan esas cosas. ¿Acaso tú no sabes cual es la capital de Colombia, trabajando con varias colombianas aquí?<br /><br />- No... es que como a los latinos no les interesa lo nuestro y a los árabes no nos interesa lo de ustedes... pues no, no sé.<br /><br />Su compañera, una mujer ecuatoriana un poco mayor que ella, dijo desde el otro extremo del mostrador:<br /><br />- Bogotá.<br /><br />- ¿Qué? <br /><br />- Bogotá, esa es la capital de Colombia.<br /><br />La chica de Rabat, mirándome desde el otro lado de la caja, me preguntó:<br /><br />- ¿Y a ti por qué te interesan esas cosas?<br /><br />- No sé por qué, simplemente me interesan. También me gustaría aprender árabe algún día.<br /><br />Soltó una carcajada amplia y se ofreció como profesora:<br /><br />- Si quieres, te vienes un día a mi casa y te cobro cien euros por dos horas de clase.<br /><br /> Volví a cruzar la avenida, esta vez en sentido inverso. Tal vez algún día pueda conversar en árabe, o tal vez el día que me muera seguiré sabiendo solo como saludar, dar las gracias y las buenas noches. De lo que no me cabe ninguna duda es que seguiré viviendo con inquietudes sobre el mundo, más allá de nosotros, más allá de la geografía política y sus caprichos.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-28295334594061983632010-06-20T06:02:00.002-05:002010-07-04T02:21:11.821-05:00De padres bajo un árbolEn los árboles hay pájaros cantando con euforia, las ramas aguantan su peso ligero y los nidos de paja, las hojas reciben la frecuencia de sus melodías, mientras abajo un caminante distraído piensa en su prole, la que todavía no tiene, la que está por venir. El hombre respira un aire de lluvia moteado por parches de sol, inhala, colma sus pulmones, absorbe el fluido transparente por el cual se mueve la especie. <br />Él está procreando, o eso cree; será padre en pocos meses. El gerundio es más propio de la madre, porque es en ella que la vida cobra forma. Por eso la mente de él está inquieta, salta de una idea a otra; porque dio vida pero no está dentro de él; porque ser padre es tan solo una idea antes del parto, es la idea de ser padre y la acción de serlo a través de la madre, estando ahí por ella y su cría. Por lo menos eso es lo que piensa, y debajo del árbol oye a los pájaros que alimentan a sus poyuelos mientras construyen melodías sin pretensiones. <br />Saltan tanto sus ideas que lo domina una explosión de rabia por no controlarlas. Patea el árbol. Las hojas llenas de rocío sueltan gotas por la vibración, caen sobre su piel. El tacto fresco lo apacigua, contrastan con lo vago de su pensamiento, por eso vuelve a patear el árbol – ya no por la rabia sino porque las gotas la merman. Pero esta vez, además de gotas, le cae un zapato viejo en la cabeza. Tras el golpe lo mira en el suelo, ahí a su lado, y reconoce uno de los mocasines de caminante que usaba su padre. Es el izquierdo. Él lo ve como si hubiera acabado de salir del zapatero, con gotas de rocío que no pudieron penetrar el betún trasnochado. Y recordó: allí, bajo ese mismo árbol, estuvo hace veinticinco años con su padre un día de primavera. <br /> ¿“De donde salen los pajaritos, papá?” le preguntó. “De las ramas, las hojas y los huevos de las pájaras, mijo,” respondió el padre alzándolo en brazos y mirando hacia arriba, hacia el follaje tupido.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-74237953173468559322010-05-04T12:16:00.002-05:002010-05-04T12:29:45.063-05:00El enfermo, el bello y la mala suerteUno mira con la cabeza inclinada hacia abajo. Los hombros puntiagudos parecen dos torretas de una catedral gótica debajo de una inmensa gárgola con ojos que se mueven y labios que hablan. La cabeza del enfermo es inquietante: de un rosado pálido, mortecino, que resalta el azul de una mirada solapada; una mirada que insinúa dobles intenciones. Por esos ojos muchos lo tachan de mezquino. <br />El otro era un David – no de mármol, sino de carne y hueso con piel bronceada. Gozaba de ese magnetismo humano que algunos llaman carisma. Por alguna razón enmarañada en las afinidades espontáneas, el sano era un hombre que hacía sentir bien a los demás. <br />“Alegra el día estar cerca de él,” dijo un día mi abuela.<br /><br />Pero eso fue antes del accidente. Antes, cuando su cara era todavía lisa y el ácido de batería no había dejado esa superficie rugosa y brillante de piel quemada que ahora le cubre el lado izquierdo, desde la comisura de los labios hasta la ceja. Ahora la gente evita mirarlo a la cara – dirige los ojos al suelo, o hacia uno u otro lado, cuando conversa con él. Sigue estando sano, pero su cara ya no alegra el día.<br />“Tan bello que era… la vida es así de implacable, mijito. Acuérdese siempre,” también dijo mi abuela cuando lo vio después del accidente.<br /><br />Los dos hermanos siguen llevando su taller. Pero cuando vienen clientes a pedir presupuestos o a traer carros para arreglar, quien se encarga de atenderlos es una cabeza rosada, pálida y mortecina que, aunque no despliegue carisma, entrega trabajos bien hechos a precios razonables. El sano, por su parte, ya no es la cara bella del negocio pero sigue apretando tuercas y conociendo motores como antes. Ya no se acerca a las baterías: dice que no quiere volver a tentar la mala suerte.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-5097923853931921852010-04-04T14:11:00.002-05:002010-04-10T10:51:51.576-05:00"Gracias camaleón"<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl7d4d88I6lWxUm355_TC_PBHfkkq-emN_Tba4NpPDfhUYRuWZsKHzvKBod3hlwpvl-XAOeeqkRgkCYS54Mm9MXSLpXnuQW406uSpMR6JzBOIgqPwCrxQe4T7PpEmW6DqA0CnIwY9xGi5G/s1600/P4080090.JPG"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 150px; height: 200px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhl7d4d88I6lWxUm355_TC_PBHfkkq-emN_Tba4NpPDfhUYRuWZsKHzvKBod3hlwpvl-XAOeeqkRgkCYS54Mm9MXSLpXnuQW406uSpMR6JzBOIgqPwCrxQe4T7PpEmW6DqA0CnIwY9xGi5G/s200/P4080090.JPG" border="0" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5456362541479478994" /></a><br /><br />El camaleón nos enseñó que las paredes son amigas. Estiró su lengua y la coló en el oído de cada uno.<br />Cuando el camaleón, mimetizado en un muro del Bairro Alto de Lisboa, tocó la oreja de Ana Gabriela, trajo a su memoria un tacto. Un tacto feo de recordar. Un tacto que dolía recordar.<br />En ese muro Ana Gabriela dejó la sombra de ese tacto inmundo y le agradeció al camaleón porque le había quitado un peso, la carga de una infancia violentada.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-20420032318785838262010-03-29T05:18:00.003-05:002010-04-10T10:56:42.489-05:00El poeta y el gatilloSólo se oía la gota persistente que había logrado un pequeño charco en el sótano.<br /><br />- ¿Por qué esa angustia frente a la pantalla?<br />- Porque es como un muro traicionero: promete luz pero trae en sus tripas la oscuridad de lo que no se acaba, la sombra de lo que no se puede abarcar.<br />- Hábleme claro, por favor, no estamos para delirios líricos.<br />- Nada más claro… las tripas de las pantallas son la reserva de contenidos que pueden mostrar. ¿Y en donde se acaban esos contenidos en un mundo internetizado?<br />- No se me valla por las ramas, en este computador no hay Internet… y yo solo le estoy pidiendo un poema.<br />- No me lo está pidiendo, me lo está exigiendo con un cañón en la nuca.<br />- Ah… entonces es esto. Pues vea, ya no lo tengo encañonado – pero no se las valla dar de avispa porque todavía tengo el fierro en la mano.<br />- Muy amable. Pero es que no puedo. Hace meses que me es imposible escribir en un teclado, frente a una pantalla.<br />- ¿De qué me vio cara, Poeta? Antes era el papel, la hoja vacía le daba pánico y necesitaba un computador. Se lo traje y se lo enchufé. Ahora dice que las pantallas lo angustian. Si parece casi alérgico al papel y los computadores, ¿cómo hizo para escribir los diez poemarios que lleva a cuestas?<br />- No es muy difícil de explicárselo. ¿Cómo hacen los escritores que se quedan ciegos?<br />- Tienen un secretario, un escribidor.<br />- Usted mismo se acaba de responder la pregunta: los diez poemarios no salieron de mi puño y letra, o de mis dedos sobre el teclado; brotaron de mi voz y se plasmaron en papel gracias a un secretario.<br /><br />Fue entonces cuando el sicario ilustrado, ya impaciente, se ofreció para transcribir la Oda al Mesías que le iba a dictar el gran poeta. Fue entonces cuando el gran poeta aprovechó para coger la pistola de su secuestrador e invertir los papeles repartidos por el gatillo. El Mesías se quedó sin Oda y la gota del sótano siguió alimentando el charco.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-33205933035716234042010-02-27T05:25:00.007-05:002010-04-02T12:07:49.391-05:00Ánimos grises en inviernos azulesWinter Blue, Azul de Invierno… una señora inglesa me dijo que así lo llamaban – que en su tierra, cuando el otoño está muriendo y el invierno se presenta, la epidemia de la depresión es azul. <br />Un día, años después de que la señora inglesa me contara esto, tuve una conversación interesante con un amigo de Trinidad y Tobago en la cual el tema del Azul de Invierno volvió a salir a flote. Se llamaba Sam y su tatarabuelo paterno había llegado de Calcuta al Caribe en el siglo XIX. Tras la abolición de la esclavitud, los terratenientes británicos de las colonias caribeñas buscaron mano de obra barata en el este, y hacia finales de la década de 1830, con la era victoriana recién nacida, comenzaron a contratar trabajadores en la India. Sam lo cuenta como si él hubiera sido quien embarcó, hace más de siglo y medio, en un puerto del Indico, “nos pagaban trece centavos al día. Según el contrato, que duraba tres años, teníamos que trabajar siete horas al día seis días a la semana.” Pero también habla en primera persona de cuando el hombre blanco los arrancó de su tierra. Su madre es mulata, y por ella sabe que su abuela emigró desde Barbados a Trinidad a principios del siglo veinte – cuando se iniciaron las perforaciones petrolíferas –, que era negra y que se enamoró de un sindicalista venezolano que conoció en Puerto España…del padre de Sam sé poco más allá de sus raíces de la India, que se hizo rico porque en sus tierras encontraron crudo, y que nunca los abandonó ni a él ni a su madre a un nivel material, aunque en la vida de mi amigo halla tenido menos presencia que un fantasma.<br />Pero vamos a lo del azul – con el árbol genealógico de Sam uno se puede enmarañar fácilmente. <br /><br />Era un otoño raro. Ese domingo, el pico de la rareza. Mediados de octubre, Londres. Niebla ausente, cielo sin nubes, veinte grados centígrados: bastante inusual, por no decir imposible.<br />Ahí estábamos, Sam y yo, sentados en un banco de Hyde Park, mirando gansos propiedad de la reina mientras fluía la conversación.<br />“Ustedes los latinos no pueden entender, hace más de cuatro generaciones que tienen países independientes, tus padres y los padres de ellos nacieron en repúblicas libres de España…” Sam insistía en nuestra incapacidad de comprender el colonialismo.<br />“Espera un momento,” lo interrumpí “repúblicas tuteladas, querrás decir. Mi abuelo participó en la masacre de las bananeras, en el 28. Él era oficial del ejército colombiano… que intervenía para proteger la propiedad y la salud empresarial de la United Fruit Company, una empresa gringa.” <br />Sam no quiso responderme – o al menos siguió hablando como si yo no hubiera abierto la boca.<br />“Ni tu mamá, ni tus abuelos vivieron en una colonia… no puedes saberlo. Yo soy del setenta, Trinidad y Tobago llevaba doce años de autogobierno, aunque todavía no era una república… se convirtió en una cuando yo tenía seis años. Pero mi mamá sí vivió el colonialismo.”<br />Hizo una pausa, sus ojos siguieron a los gansos de la reina, que se elevaban en el aire y acuatizaban en el laguito. Parecían felices en ese día de octubre tan fuera de lo normal. De repente cambió de tema.<br />“¿Sabes que es un Winter Blue?”<br />“Si”<br />“Dice mucho de los británicos. A esa depresión estacional le pusieron azul porque tienen un conflicto sin resolver en su inconsciente colectivo. La eterna lucha interior entre el común y el de sangre azul, entre la nobleza y la oligarquía comercial… por eso le pusieron a esa depresión así - aunque debería ser más bien gris.”<br />“Pero lo de sangre azul es una expresión española…”<br />“Sí, en sus orígenes. Pero los victorianos acuñaron esa expresión al inglés. Y fue justo en la época victoriana, cuando el imperio británico estuvo en el podio de la geopolítica; un imperio de grandes capitalistas sin nobleza, nobles con capital y una Reina fea que no podía haber parido a ambas calañas..”<br />“No entiendo Sam.”<br />“Hombre, no me extraña, es que ustedes no entienden el colonialismo.”<br />“¿Y eso que tiene que ver con el Winter Blue?”<br />“Pues que no puedes entender la mente del colono, y menos del colono inglés. Por lo tanto, no puedes entender la connotación del azul en esa expresión…”<br /><br />Me quedé sin entender, y sospecho que no se trata de una incapacidad latinoamericana; más bien, creo que fue un pequeño delirio discursivo que no quiso argumentarse. Aún así, sin necesidad de entenderlo, su recuerdo me dio un poco de calor anímico en las siguientes semanas después de la conversación. El pequeño paréntesis de días azules había llegado a su fin.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-30353014999843640202010-01-25T07:57:00.003-05:002011-01-21T16:57:36.638-05:00El odio y el vicio de un cubano de MiamiDice que nació en Miramar, un barrio de caché en la Habana – era 1961 y la revolución se había hecho hacía dos años. Su padre era catalán, su madre cubana. Al parecer era una familia adinerada.<br />También dice que odia el comunismo y que su único vicio son las mujeres. <br />Respecto a su odio, sobran las explicaciones sobre el rencor que siente la clase expropiada – aunque, según él, buena parte de la burguesía cubana de ese entonces no quería a Batista y apoyaron en un principio el levantamiento guerrillero. Como bastantes familias propietarias, la suya se fue para Miami pocos años después de su nacimiento. <br />En cuanto a su vicio, vale la pena citar sus propias palabras: “Yo, cuando quiero un coñito, lo busco, soy claro y se lo digo. Si a mi no me quiere pues me voy, no estoy yo para tonterías…” Él es uno de esos hombres a los que les gusta narrar sus victorias coitales. Antes tenía un convertible, después lo cambió por su furgoneta de trabajo. Antes se <span style="font-style:italic;">foiaba</span> a la que quisiera (hay que ser fiel al sonido del verbo en cubano), después ya era más difícil porque, según él, sin un carrazo no es tan fácil seducir a las mujeres.<br />¿Qué Batista quería convertir a Cuba en un puteadero para gringos y mafiosos? El lo afirma: “Si, es cierto.” Pero no se queda ahí, pone matices: “Pero aquí también hay puticlubs. ¿Has pasado por Casteldefells? De principio a final encuentras.” Yo he estado en Casteldefells, y creo que exagera bastante porque – aunque los hay – es un pueblo grande y hay bastante más que prostíbulos. Sin embargo ya estoy acostumbrado a sus exageraciones, y estos delirios discursivos me dan risa por dentro. Más o menos, para él el meollo del asunto es que a Batista no lo querían pero su proyecto de burdel insular no era tan descabellado. <br />Soy solo un oído suelto.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-44836274957764757732010-01-01T13:36:00.003-05:002010-03-29T07:35:16.198-05:00El género de la quejaHay dos señores viejos sentados a la sombra de un árbol. Es un medio día de verano, el aire se calienta mercurio arriba en el termómetro. <br />Uno de los señores dice: <br />- En mi puta vida… en mi puta vida he visto lo que veo hoy en España<br />- “ ¿Què veus? , le pregunta el otro<br />- Mucha libertad de expresión, todo lo que quieras, pero no hacen más que robarte… la luz, el gas, el agua…<br />Tras una pausa reflexiva, el mismo señor que articula la queja cambia de código lingüístico, salta al Catalán para proseguir con la exposición del panorama.<br />- ¡I tot es culpa nostra, tot! Aquesta generació ques està ara al poder és la dels nostres fills, una banda de sensevergonyes que s’ha inflat a fumar porros quan els començaba a sortir barba, i ara, que ja són homes de carrera i contactes per trepar fàcilment, es tallen el pastís sota els mostres nasos.<br />- … Home - le dice el otro con ganas de matizar - les nostres filles també. La meva filla és periodista.<br />El señor especifica en qué periódico escribe su hija, pero no viene a cuento, baste con aclarar que es cualquier rotativo diario de Catalunya bajo la sombra de un padrino económico – de esos hay unos cuantos. <br />La transcripción de esta charla entre los viejos le puede parecer manoseada al ojo escéptico, pero pondría las manos en tinta hirviendo si he alterado poco más que las pausas, las entonaciones, la música de las palabras de esos dos señores; aquí, yo no he puesto nada más en su boca.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-14814438533717004632009-11-19T16:40:00.003-05:002010-03-29T07:33:30.531-05:00Tras la puerta que ya no está<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJCfoONz5HKHXjJfPgb0a8dBnvg5Ql1UjeP62DhzvV3etIN6dwMV87vyjidYciZ1Hr0yIleT_bP-KcLTI4UesWsoCwrJGLN2u9RPLjscJpSoCDj9fCoK0TY8qVEpoQO6hPsYUAxdHy_l2A/s1600/P4080091.JPG"><img style="float:right; margin:0 0 10px 10px;cursor:pointer; cursor:hand;width: 240px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJCfoONz5HKHXjJfPgb0a8dBnvg5Ql1UjeP62DhzvV3etIN6dwMV87vyjidYciZ1Hr0yIleT_bP-KcLTI4UesWsoCwrJGLN2u9RPLjscJpSoCDj9fCoK0TY8qVEpoQO6hPsYUAxdHy_l2A/s320/P4080091.JPG" border="0" alt=""id="BLOGGER_PHOTO_ID_5405933552722526578" /></a><br /><br />La calle olía mal, a orín acumulado – meadas solitarias en el callejón –, pero el sol de medio día le daba tal fuerza a esa cara que resultaba difícil pasar de largo echando una mirada rápida. Por eso nos detuvimos. El malestar olfativo quedaba anestesiado por el magnetismo de la expresión en la pared.<br /> Mi acompañante, una oftalmóloga, dio su diagnóstico como si estuviera en una consulta: “El tipo está ciego pero puede ver, en vez de ojos tiene dos cráteres que no escupen lava, succionan paseantes.” Yo me giré, rompiendo la línea visual que mantenía con el personaje. “¿Qué dice?” Ella, en cambio, seguía mirando esa imagen en negativo y al responderme sus ojos no se desviaban ni un ápice. “Digo lo que oye, que ese hombre tiene dos huecos por ojos y eso no le impide vernos. Nos ve. Pero no solo nos ve, también nos transforma: ni usted ni yo volveremos a ser los mismos después de pasar por aquí. Nos quedamos detrás de esa puerta tapiada, en la memoria de concreto que guardan esas arrugas y ese turbante.” Nunca la había oído hablar de esa forma, eso ya era un cambio; pero cuando creímos haber roto el encanto y seguimos nuestro camino el olfato me indicó que, en efecto, ya no éramos los mismos: un aroma de jazmín flotaba en el aire y del orín acumulado solo quedaba el recuerdo.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-64489061864589151352009-11-16T02:07:00.006-05:002010-03-29T07:32:57.447-05:00La aduana que hay por dentroPasó hace un buen tiempo, pero no lo suficiente como para quedar sepultada bajo todas anécdotas que he experimentado después.<br />Es un colmado, tienda de barrio en el centro de Barcelona regida por un hombre Paquistaní – por cierto, la contracción “paki” está cargada de menosprecio en contextos anglófonos; no es así en la capital catalana, en donde muchas tiendas de abastos de proximidad (llamadas colmados o badulaques) se nombran con ese gentilicio contraído por la supuesta proveniencia de sus dueños.<br />Volvamos a la tienda. Una mujer ecuatoriana, de Quito, y una colombiana, de Cali, están comprando cervezas: las sacan de las estanterías en la nevera, las llevan a la caja y pagan. El hombre detrás de la caja, oriundo del Punjab paquistaní, no las mira a los ojos ni cruza ninguna palabra más allá de la cifra que las mujeres tenían que pagar. <br />“En mi país la gente es mucho más amable en las tiendas… por lo menos saludan y sonríen y dan las gracias.” Quejándose de esta manera, la ecuatoriana recibe las vueltas y oye a su amiga responderle que “así son, qué se le va hacer mijita.” <br />El hombre detrás de la caja está calmado. Se levantó de su silla para recibir el dinero, a su lado un amigo sigue sentado, con la atención fija sobre la pantalla de un computador portátil. “Esto no es tu país… España no es su país…” Cuando el señor les está haciendo esta aclaración a las mujeres, un amigo de ellas entra a la tienda, las estaba esperando en la calle. Distingo su acento: es ecuatoriano también, pero no sabría ubicarle una ciudad: “esto tampoco es tu país, así que no vengas con estas," dice sacando su lata de la bolsa. Tras un ir y venir de réplicas sordas sobre la pertenencia, el grupo sale de la tienda y el señor de la caja vuelve a su silla a seguir viendo la comedia en urdu que estaba en pausa. <br />Pago mi barra de chocolate con unas monedas, las dejo encima del mostrador, es el precio exacto; el señor no se tiene que levantar ni interrumpir su risa. Una vez en la calle, masticando, sonrío por dentro al pensar en los orígenes, en las pertenencias enajenadas y los mecanismos toscos de la identidad: parece ser que lo que cobra relieve es lo que no se es, el lugar en donde no se está. Algún día, nostros, la diáspora humana, nos haremos cargo de demoler las fronteras… eso sí, solo si empezamos con las que llevamos dentro.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-30341487828662486882009-11-14T02:16:00.006-05:002010-03-29T07:32:33.422-05:00Pasitua pasitoPara mí, Juan andaba con un bastón. Siempre pensé que lo utilizaría para apoyarse en momentos de fatiga. Nunca lo pude comprobar porque de él solo se tienen imágenes pasajeras. Ingenuo yo, ingenuo e ignorante. Quien me manda a no saber que ese sombrerito con el que se le ve, esa chaquetica y esas botas, son las prendas de todo un gentilhombre británico en plena cacería; o justo después de ella, en el camino a tomarse el té con los amigotes mientras el servicio hace quien sabe qué con el cadáver del zorro. <br /><br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://www.museumofcorporateneckties.com/beverages/jwalker.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 348px; height: 456px;" src="http://www.museumofcorporateneckties.com/beverages/jwalker.jpg" border="0" alt="" /></a><br /><br />Cuando veía a Juan por ahí con el bastón en el aire lo asociaba a un viejo resistiéndose a apoyar el tercer pié de los achaques de la edad, erguido y elegante frente al paso del tiempo. Pero ayer me di cuenta del gran engaño en que vivía.<br />Entré al bar y pedí un café con leche; sería media mañana. Me senté en la barra, al lado de un hombre mayor que tenía un vaso con hielo al frente y un cigarrillo entre los dedos. Miraba un punto fijo entre la hilera de botellas y, de cuando en vez, rompía la concentración para ojear al tendero. Al acabar su vaso - yo iría por la mitad de mi café – lo llamó, “anda, ponme otro”. Y en ese momento supe qué era el punto fijo que tenía atrapada la atención del hombre, vi como el tendero desprendía la botella de su fila, desenroscaba la tapa y comenzaba a derramar el contenido sobre hielos nuevos. El hombre se dio cuenta de mi fijación. “Juanito… Juanito. ¿Lo ves? Mira, siempre caminando tan recto,” dijo, frenando el gesto del tendero cuando volvía a llevarse la botella a su fila, cogiéndolo con confianza del brazo y señalando con su mano libre la carátula en donde estaba Juan. “Ji, ji, ji,” ser fiel a su risa con letras es un esfuerzo en vano porque el sonido de esa garganta quemada evitaba los grafemas, “el tío tan pancho, no veas con qué estilazo, y uno al acompañarlo después de unas copas lo tiene difícil para seguir la línea recta.” Acto seguido, el hombre me explicó, con su lengua enredada cada tres o cuatro oraciones, que el caminante no era Juan, como me había dicho mi hermano mayor, sino Juanito, así, de cariño. Y también, de paso, me explicó la caza del zorro, los cuernos, los perros, los caballos y el estilo impecable con el que van los jinetes siguiendo al pobre animal. <br />Su copa fue menguando a una velocidad vertiginosa - por lo menos comparada con mi taza de café. Apenas me di cuenta de que el hombre ya se estaba yendo. “Jairo, apúntamelas a la cuenta,” le dijo al tendero mientras metía unas monedas en la máquina de tabaco y se preparaba para salir a la calle con un centro de gravedad inquieto. “Todo bien Yony,” y se despidieron, cada uno alzando el dedo pulgar y guiñando el ojo. Yo terminé mi café, leí el periódico y salí contento: todos los días se aprende algo nuevo.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-76667542872123489222009-11-07T14:22:00.002-05:002010-03-29T07:32:16.789-05:00El Peche y su piel contintental<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://estaticos02.cache.el-mundo.net/mundodinero/imagenes/2007/05/12/1178965299_0.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 300px; height: 374px;" src="http://estaticos02.cache.el-mundo.net/mundodinero/imagenes/2007/05/12/1178965299_0.jpg" border="0" alt="" /></a><br />Las manos le sudan después de cada cigarrillo. Ahora los pega él, saca el cuero del librillo, le pone un poco de tabaco cargado de humedad (a veces le viene la imagen de un vello púbico), lo enrolla y lo lame con delicadeza antes de encenderlo. Antes no era así.<br />Antes fumaba cigarrillos sin filtro (aunque a los de enrollar tampoco les pone), ya armados y empacados. Un hombre de facciones angulosas y nariz aguileña con una corona de plumas presentaba el paquete. Encima: “pielroja”. También en cada uno de los cigarrillos, ovalados y con el papel dulzón, está impresa su imagen en una tinta azul ligero.<br />En ese antes, los pielroja comenzaban a salir de un segundo plano en el espacio tabacalero nacional. Una generación de jóvenes fumadores le daba ímpetus a ese producto autóctono. No solo por ser baratos – ni tampoco por proveer de papel de fumar a quienes se quisieran pegar un porro, un calillo, un barillo, un bareto, un cacho, o la palabra que se quiera para nombrar un cigarrillo de marihuana en ese país en donde los librillos de papel no estaban tan a la mano como un paquete de pielroja o uno de sus individuos sueltos, vendidos al detal en cualquier tienda de barrio o por los vendedores ambulantes. No solo por eso ni por su sabor: detrás del éxito del pielroja había también un componente simbólico, y eso lo pensó más tarde.<br />Más tarde. Ahora. <br />Antes de terminar su cigarrillo, recostado en un poste de una ciudad europea, él llega a ver a dos personas distintas vistiendo camisetas con el logo del pielroja; y los paseantes le dan para el recuerdo: un primo suyo, también colombiano, unos cuantos años menor que él, vino a visitarlo hace cuatro veranos y tenía dos camisetas así, una con fondo negro, blanco el de la otra. El primo éste no fuma – de hecho odia el tabaco – pero en los últimos años la imagen del pielroja se ha fundido en el colage de identidad nacional colombiana, y al primo éste le gusta desplegarla. <br />Ya tiró la colillita puntuda, las manos le comienzan a sudar, la imagen del indio le ronda la cabeza. Vuelve al trabajo preguntándose las causas de esa fama, el asenso del peche (mote familiar para el pielroja) a un estatus de ícono patrio. Y las respuestas le llueven desde lugares opuestos: que desde finales de los noventa la Philip Morris estaba moviendo hilos para valorizar al peche en el imaginario colectivo de los jóvenes fumadores y así tener una buena base consumidora al comprar coltabaco; o que eso es un absurdo, porque el imaginario colectivo no es algo tan maleable, y el peche se disparó hacia el cielo de la colombianidad porque pielroja no es indio gringo sino piel-roja, indio Americano, desde los Inuit hasta los Araucanos, substrato que resiste a ser tapado, ícono de resistencia… y así, entre respuestas contradictorias, el fumador vuelve con sus manos sudorosas a terminar su jornada.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-28234196259806162842009-11-03T03:26:00.006-05:002009-11-05T19:16:22.145-05:00Plusvalía y BaldeUna de las mujeres que limpian es ecuatoriana, de la sierra. Tiene rasgos indígenas, una sonriza amplia y un carácter alérgico a la seriedad que le genera carcajadas balsámicas a sus compañeras; no tendrá más de 25 años. Otra de las mujeres que limpian, también ecuatoriana, pero de Guayaquil, tiene rasgos mestizos y un temperamento fuerte más no hosco o agresivo; tiene dos hijas en su ciudad y hace poco pasó de los treinta. <br />La segunda de ellas se encarga de coordinar las tareas de limpieza en el hotel. Todas tienen una relación afable con uno de los recepcionistas, un muchacho colombiano en las segunda mitad de los veinte, introvertido en el día a día pero hablador con estas mujeres que le dan charla y rompen la monotonía de la jornada laboral de cara al público. El es criollo, o algo así; pasa por europeo, aunque hay gente que le dice que tiene cara de libanés o persa - alguien le dijo un día que parecía judío, comentario sin sentido pues éstos no tienen una cara sino un credo... como decir que tiene cara de cristiano, o de musulmán; fácil clasificar cuando se mira con clichés.<br />En una de sus charlas, recepcionista y mujeres de la limpieza se ponen a hacer cuentas: les pagan casi lo mismo a la hora. Él no se siente mal por esto, más bien le genera un sentimiento de solidaridad de clase con las mujeres - aunque su cuna sea burguesa, en el día a día muta la identidad. Ellas, por su parte, le hacen bromas y le coquetean a través de chistes sin compromiso, y denuestan con ligereza el nombre de los jefes. "¿Qué es eso?" Pregunta una de ellas. "Como hablar mal de alguien," responde él, y de paso, comienzan a hablar de la plusvalía.<br />Ellas no saben qué quiere decir; en cuanto a él, solo tiene nociones vagas de su significado, pero le bastan para decirles que "es la ganancia que se llevan los jefes por nuestro trabajo. Vean: el hotel le cobra diez a a los turistas por limpiar la habitación, a la empresa que las contrata le paga cinco y a ustedes su jefa les paga dos... es como la plata que se va quedando en el camino." <br />Y en el camino de la jornada siguen las bromas. Las ecuatorianas - la serrana y la guayaquileña - y el colombiano ahogarían a sus jefes en un balde de agua, solo por el placer de hacerlo, sin ganas de conquistar nada: ahogar por el gusto del ahogamiento y no por el deseo de ocupar el puesto del ahogado.<br /> ...<br /><br />Por la tarde llega otro colombiano, también criollo, también trabajador. Él no hace bromas de ese tipo, cuando trabaja por las mañanas e interactúa con las mujeres que limpian, lo hace desde un pedestal ilusorio de superioridad por estar detrás de un computador. Sin verbalizarlo, no tiene con quien, sus pensamientos vagan al rededor de un "gracias empresa por darnos trabajo; gracias España por darnos salario".Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-24687628932108070152009-10-17T06:04:00.003-05:002010-03-29T07:31:04.589-05:00Hambre y DogmaUna mujer con carácter de profeta descuartiza su pollo. El cadáver sabroso estuvo una hora a fuego lento, sumergido entero en un caldo donde vegetales, sal, especias y él mismo (el cadáver) daban de sí para lograr un todo. <br /> Al finalizar la hora, la mujer sacó el pollo de la olla; ahora lo descuartiza.<br /> No ha probado bocado desde el desayuno, el aroma suspendido en aire la hace salivar, y por esta razón, una vez terminado el descuartizamiento, decide morder un pedazo del muslo - al fin y al cabo es ella y no su madre y sus hermanas quien lleva un rato preparando la comida; ellas están en misa en este momento, probablemente recibiendo el cuerpo de cristo. Es la única atea en una casa de mujeres devotas, y los domingos oye más a su hambre que al dogma - gracias a ella, madre y hermanas no tienen que esperar demasiado para saciar la suya, puesta en espera; al fin y al cabo la hostia es banquete para el espíritu, pero solo piecita de harina para la carne.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-68228999678079593892009-09-17T01:25:00.012-05:002010-03-29T07:30:36.577-05:00Topónimos de SerruchoEl diccionario de la <span style="font-style: italic;">Academia Coronaria de la Lengua Española</span> lo deja claro, sin polisemias: un <span style="font-weight: bold;">topónimo</span> es "<span class="eAcep">Nombre propio de lugar". No hay más entradas.<br />El <span style="font-style: italic;">tópos </span>de los griegos, el <span style="font-style: italic;">lugar</span> de los hispanohablantes; el <span style="font-style: italic;">ónoma </span>de los primeros, el <span style="font-style: italic;">nombre</span> de los segundos. Y sabiendo esto, se puede jugar un poco; podemos aferrarnos al orden "original", afirmar sin miedo que topónimo es en realidad un <span style="font-weight: bold;"><span style="font-style: italic;">lugarnombre</span> </span>- o, en otras palabras, el pequeño hueco en nuestro léxico que le reservamos a los sitios; no el espacio que ocupan fuera de nuestras lenguas - porque fuera de ellas no hay nombres - sino la parcela que ocupan en nuestro "sistema de símbolos arbitrarios" (definición que parió Ferdinand de Saussure, padre-madre de la lingüística moderna, para referirse al lenguaje de estos mamíferos verbiadictos).</span><br /><span class="eAcep">Siguiendo este hilo, enfoquemos hacia dos topónimos gemelos en lenguas románicas; esas bastardas del latin que desde hace tiempo son madres.</span><br /><span class="eAcep">A poco más de treinta kilómetros al noroeste de Barcelona, en Catalunya, hay una sierra que, por su perfil, a alguien o a algunos les dio por llamar Montserrat. </span><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8mnkmSIimIDY0kmqMG26Wvi9C3UDT45aZ3QWfk-VnmYrQSPeldk1BoZ6tL8KjeRGFbczR_RzEgf3eY-wnsd6sge5fX9lD239HsVUcflz2zfIwCbKujZdXHI9SGROvSCskpXqvuGQ9a4fR/s1600-h/montserrat.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer; width: 320px; height: 240px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg8mnkmSIimIDY0kmqMG26Wvi9C3UDT45aZ3QWfk-VnmYrQSPeldk1BoZ6tL8KjeRGFbczR_RzEgf3eY-wnsd6sge5fX9lD239HsVUcflz2zfIwCbKujZdXHI9SGROvSCskpXqvuGQ9a4fR/s320/montserrat.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383568998289880802" border="0" /></a><span class="eAcep">Para quien nunca halla visto esta montaña, cabe hacer una pequeña reseña: es una pequeña <span style="font-style: italic;">sierra aserrada</span> - si quieren, empujando el lirismo a través de la pantalla, <span style="font-style: italic;">una sierra que no corta madera, no es herramienta humana, es la hija de los orgasmos tectónicos y la erosión, el derrame de un antiguo delta endurecido y alzado muchos metros sobre el nivel del mar</span>... </span><span class="eAcep">Monserrat le da un tajo al cielo con su relieve quebradizo, es un serrucho mirado a contraluz, un síntoma más del mundo organizado a través de las palabras...<br />Por otro lado, en el continente suramericano hay una capital de república que se despierta todos los días bajo la sombra de otro "Montserrat" - el caso que nos concierne es Monserrate, en los cerros orientales de la ciudad de Bogotá; el europeo con fonotáctica del catalán, el americano con la del español. </span><span class="eAcep">Algo que imanta la curiosidad es que la palabra Monserrate no es utilizada para referirse a todo el cuerpo de los cerros sino "al cerro" coronado por la iglesia de Monserrate (en la foto, la pequeña mancha blanca encubrada en el cerro de la izquierda). </span><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoLM4_8nM4Yo_QnyL4j-qgMjtIm1SgyEQQsJbf_L5enOFD0AiHdSQsCZUiV0Pk13_KRMvcTV5sXqz_Tm7V5zkGZyzeRoDgfd0-5tkygMxazqX2V2riXp2fnLQvlQGn04rZcyPN30PmjtnE/s1600-h/monserrate.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 320px; height: 198px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoLM4_8nM4Yo_QnyL4j-qgMjtIm1SgyEQQsJbf_L5enOFD0AiHdSQsCZUiV0Pk13_KRMvcTV5sXqz_Tm7V5zkGZyzeRoDgfd0-5tkygMxazqX2V2riXp2fnLQvlQGn04rZcyPN30PmjtnE/s320/monserrate.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5383567969318691426" border="0" /></a><span class="eAcep">Si estiramos un poco las analogías léxicas, es comprensible un nombre así para un relieve montañoso como los cerros orientales de Bogotá: aunque no tan <span style="font-style: italic;">aserruchados</span> como el Montserrat de Catalunya, estos cerros también son quebradizos y se le pueden antojar a cualquier observador, desde la distancia, como otro serrucho observado contra el cielo andino. Pero no, el nombre se lo lleva solo uno de los dientes del serrucho por los caprichos y la arbitrariedad de la toponimia, o gracias al poder omnipresente de la iglesia cuando se parió ese <span style="font-weight: bold; font-style: italic;">lugarnombre</span>.<br />Sea cual sea la fuente, el punto de partida o el contexto en la gestación de Monserrate como topónimo, parece ser que en este alumbramiento el serrucho divino jugó un papel importante - o por lo menos sus enviados en la tierra.<br /></span>Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2916518678854051229.post-64227776913823694002009-03-03T09:22:00.005-05:002010-03-29T07:29:35.288-05:00Poeta de Mirada Hueca<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_GKZFPZA98IDCQsM-JcX8LqKfzHQU1wdKAKLD786AErp4NV1H2hjBja2aqFuP9GhA4yzLp_A2s-nvCoYrtowawnfLPd_e1r0MxcJAw03sp4cVomvjrCr-7gITxNeoRP1bSuAWmOfpn7M1/s1600-h/capa+poeta.JPG"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 240px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_GKZFPZA98IDCQsM-JcX8LqKfzHQU1wdKAKLD786AErp4NV1H2hjBja2aqFuP9GhA4yzLp_A2s-nvCoYrtowawnfLPd_e1r0MxcJAw03sp4cVomvjrCr-7gITxNeoRP1bSuAWmOfpn7M1/s320/capa+poeta.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5308976904509955202" border="0" /></a><br />El poeta destilaba un olor a mortecina. Nunca supimos si era el producto del procesador de palabras que llevaba dentro, una especie de trapiche que mataba palabras al tiempo de darles vida, produciendo un alcohol extraño en su interior.<br />Para algunos fue un profeta de futuros imparciales, tanto le daba por pronosticar la extinción de los libros como afirmar que el porvenir tenía forma de páginas numeradas y textos literarios. Sin embargo, la mayoría no veía en él más que un indigente pintado en la pared que destilaba olor a muerte. Pero nosotros sabemos que él fue algo más. Más que profeta; más que pared intervenida. Sus ojos huecos hablaban, no tenía boca. Era el mejor mentiroso del mundo porque nunca pretendía decir la verad. Los versos falaces que salían de su mirada eran poemas épicos comprimidos en pocas líneas. No narraban, no describían, su lenguaje era capaz de fusionar la narración y la descripción... tal vez por eso lo condenaron al ostracismo de una pared en el centro de Bogotá, por atreverse a hablar con la mirada, a contar y describir por ella.Arturo Cova Guataquirahttp://www.blogger.com/profile/02396532121809713215noreply@blogger.com2