sábado, 27 de febrero de 2010

Ánimos grises en inviernos azules

Winter Blue, Azul de Invierno… una señora inglesa me dijo que así lo llamaban – que en su tierra, cuando el otoño está muriendo y el invierno se presenta, la epidemia de la depresión es azul.
Un día, años después de que la señora inglesa me contara esto, tuve una conversación interesante con un amigo de Trinidad y Tobago en la cual el tema del Azul de Invierno volvió a salir a flote. Se llamaba Sam y su tatarabuelo paterno había llegado de Calcuta al Caribe en el siglo XIX. Tras la abolición de la esclavitud, los terratenientes británicos de las colonias caribeñas buscaron mano de obra barata en el este, y hacia finales de la década de 1830, con la era victoriana recién nacida, comenzaron a contratar trabajadores en la India. Sam lo cuenta como si él hubiera sido quien embarcó, hace más de siglo y medio, en un puerto del Indico, “nos pagaban trece centavos al día. Según el contrato, que duraba tres años, teníamos que trabajar siete horas al día seis días a la semana.” Pero también habla en primera persona de cuando el hombre blanco los arrancó de su tierra. Su madre es mulata, y por ella sabe que su abuela emigró desde Barbados a Trinidad a principios del siglo veinte – cuando se iniciaron las perforaciones petrolíferas –, que era negra y que se enamoró de un sindicalista venezolano que conoció en Puerto España…del padre de Sam sé poco más allá de sus raíces de la India, que se hizo rico porque en sus tierras encontraron crudo, y que nunca los abandonó ni a él ni a su madre a un nivel material, aunque en la vida de mi amigo halla tenido menos presencia que un fantasma.
Pero vamos a lo del azul – con el árbol genealógico de Sam uno se puede enmarañar fácilmente.

Era un otoño raro. Ese domingo, el pico de la rareza. Mediados de octubre, Londres. Niebla ausente, cielo sin nubes, veinte grados centígrados: bastante inusual, por no decir imposible.
Ahí estábamos, Sam y yo, sentados en un banco de Hyde Park, mirando gansos propiedad de la reina mientras fluía la conversación.
“Ustedes los latinos no pueden entender, hace más de cuatro generaciones que tienen países independientes, tus padres y los padres de ellos nacieron en repúblicas libres de España…” Sam insistía en nuestra incapacidad de comprender el colonialismo.
“Espera un momento,” lo interrumpí “repúblicas tuteladas, querrás decir. Mi abuelo participó en la masacre de las bananeras, en el 28. Él era oficial del ejército colombiano… que intervenía para proteger la propiedad y la salud empresarial de la United Fruit Company, una empresa gringa.”
Sam no quiso responderme – o al menos siguió hablando como si yo no hubiera abierto la boca.
“Ni tu mamá, ni tus abuelos vivieron en una colonia… no puedes saberlo. Yo soy del setenta, Trinidad y Tobago llevaba doce años de autogobierno, aunque todavía no era una república… se convirtió en una cuando yo tenía seis años. Pero mi mamá sí vivió el colonialismo.”
Hizo una pausa, sus ojos siguieron a los gansos de la reina, que se elevaban en el aire y acuatizaban en el laguito. Parecían felices en ese día de octubre tan fuera de lo normal. De repente cambió de tema.
“¿Sabes que es un Winter Blue?”
“Si”
“Dice mucho de los británicos. A esa depresión estacional le pusieron azul porque tienen un conflicto sin resolver en su inconsciente colectivo. La eterna lucha interior entre el común y el de sangre azul, entre la nobleza y la oligarquía comercial… por eso le pusieron a esa depresión así - aunque debería ser más bien gris.”
“Pero lo de sangre azul es una expresión española…”
“Sí, en sus orígenes. Pero los victorianos acuñaron esa expresión al inglés. Y fue justo en la época victoriana, cuando el imperio británico estuvo en el podio de la geopolítica; un imperio de grandes capitalistas sin nobleza, nobles con capital y una Reina fea que no podía haber parido a ambas calañas..”
“No entiendo Sam.”
“Hombre, no me extraña, es que ustedes no entienden el colonialismo.”
“¿Y eso que tiene que ver con el Winter Blue?”
“Pues que no puedes entender la mente del colono, y menos del colono inglés. Por lo tanto, no puedes entender la connotación del azul en esa expresión…”

Me quedé sin entender, y sospecho que no se trata de una incapacidad latinoamericana; más bien, creo que fue un pequeño delirio discursivo que no quiso argumentarse. Aún así, sin necesidad de entenderlo, su recuerdo me dio un poco de calor anímico en las siguientes semanas después de la conversación. El pequeño paréntesis de días azules había llegado a su fin.