domingo, 4 de abril de 2010

"Gracias camaleón"



El camaleón nos enseñó que las paredes son amigas. Estiró su lengua y la coló en el oído de cada uno.
Cuando el camaleón, mimetizado en un muro del Bairro Alto de Lisboa, tocó la oreja de Ana Gabriela, trajo a su memoria un tacto. Un tacto feo de recordar. Un tacto que dolía recordar.
En ese muro Ana Gabriela dejó la sombra de ese tacto inmundo y le agradeció al camaleón porque le había quitado un peso, la carga de una infancia violentada.