lunes, 25 de enero de 2010

El odio y el vicio de un cubano de Miami

Dice que nació en Miramar, un barrio de caché en la Habana – era 1961 y la revolución se había hecho hacía dos años. Su padre era catalán, su madre cubana. Al parecer era una familia adinerada.
También dice que odia el comunismo y que su único vicio son las mujeres.
Respecto a su odio, sobran las explicaciones sobre el rencor que siente la clase expropiada – aunque, según él, buena parte de la burguesía cubana de ese entonces no quería a Batista y apoyaron en un principio el levantamiento guerrillero. Como bastantes familias propietarias, la suya se fue para Miami pocos años después de su nacimiento.
En cuanto a su vicio, vale la pena citar sus propias palabras: “Yo, cuando quiero un coñito, lo busco, soy claro y se lo digo. Si a mi no me quiere pues me voy, no estoy yo para tonterías…” Él es uno de esos hombres a los que les gusta narrar sus victorias coitales. Antes tenía un convertible, después lo cambió por su furgoneta de trabajo. Antes se foiaba a la que quisiera (hay que ser fiel al sonido del verbo en cubano), después ya era más difícil porque, según él, sin un carrazo no es tan fácil seducir a las mujeres.
¿Qué Batista quería convertir a Cuba en un puteadero para gringos y mafiosos? El lo afirma: “Si, es cierto.” Pero no se queda ahí, pone matices: “Pero aquí también hay puticlubs. ¿Has pasado por Casteldefells? De principio a final encuentras.” Yo he estado en Casteldefells, y creo que exagera bastante porque – aunque los hay – es un pueblo grande y hay bastante más que prostíbulos. Sin embargo ya estoy acostumbrado a sus exageraciones, y estos delirios discursivos me dan risa por dentro. Más o menos, para él el meollo del asunto es que a Batista no lo querían pero su proyecto de burdel insular no era tan descabellado.
Soy solo un oído suelto.

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