viernes, 1 de enero de 2010

El género de la queja

Hay dos señores viejos sentados a la sombra de un árbol. Es un medio día de verano, el aire se calienta mercurio arriba en el termómetro.
Uno de los señores dice:
- En mi puta vida… en mi puta vida he visto lo que veo hoy en España
- “ ¿Què veus? , le pregunta el otro
- Mucha libertad de expresión, todo lo que quieras, pero no hacen más que robarte… la luz, el gas, el agua…
Tras una pausa reflexiva, el mismo señor que articula la queja cambia de código lingüístico, salta al Catalán para proseguir con la exposición del panorama.
- ¡I tot es culpa nostra, tot! Aquesta generació ques està ara al poder és la dels nostres fills, una banda de sensevergonyes que s’ha inflat a fumar porros quan els començaba a sortir barba, i ara, que ja són homes de carrera i contactes per trepar fàcilment, es tallen el pastís sota els mostres nasos.
- … Home - le dice el otro con ganas de matizar - les nostres filles també. La meva filla és periodista.
El señor especifica en qué periódico escribe su hija, pero no viene a cuento, baste con aclarar que es cualquier rotativo diario de Catalunya bajo la sombra de un padrino económico – de esos hay unos cuantos.
La transcripción de esta charla entre los viejos le puede parecer manoseada al ojo escéptico, pero pondría las manos en tinta hirviendo si he alterado poco más que las pausas, las entonaciones, la música de las palabras de esos dos señores; aquí, yo no he puesto nada más en su boca.

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